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Por: Elio Rodriguez-Figueroa, d.e.p.

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Memoria histórica

Elio Rodríguez-Figueroa

Recordar, recoger en nuestra memoria actual hechos pasados. Como dice el griego, “todo fluye como un río, nada permanece lo mismo”. Es la base del materialismo histórico. Una verdad no siempre es coherente con nuestros deseos, pero sí con nuestras realidades. Crudas, a veces hirientes, pero son las que están ahí.

¿Y olvidar?, que confortable es olvidar; borrón y cuenta nueva cuando les conviene. Esta es la escueta filosofía del Capitalismo y su vanguardia política, el conservadurismo o el neoliberalismo y su trastienda ideológica fascista.

Despectiva y avasalladoramente dicen ellos, “hay que exterminar el terror”. ¿Qué terror? Todo lo que no confluya con sus intereses es terror. Precisamente lo que ellos practican, guerras de destrucción masiva. Además de inconsecuentes y estúpidos, son dulces como una sinfonía chopiniana, con su trasfondo romántico de música de vals. Lo feo hay que olvidarlo, lo bello para recordar es la música. Hay que olvidar las noches y días provocadas por la insurrección de los Nacional fascistas españoles de Franco en el 1936; hay que olvidarlo, no fue “terror y muerte”. Fue sólo la defensa de unos miles de mezquinos intereses que transformaron en intereses patrios. Sus descendientes, los PP y en la colonia los ATI fachas, reconstruyen y quieren que nuestro pueblo asuman tal fabulación con la estúpida complicidad de sus aliados, al menos hasta hoy, del aborto que se denomina CC, y el cobarde apoyo moral del llamado “PxxE”. Fuera de sus normas todo es terror; los “terroristas” no tienen derechos. Es decir, los que ellos consideran como tales, no tienen los derechos que ellos mismos dicen defender. El derecho de repuesta a mentiras y calumnias, Uds., terroristas, no pueden ofrecerlo; sólo es, dicen los “Atisfacha” y sus acólitos, para los que practicamos la democracia, cuyos preclaros ejemplos son Aznar, Bush, Blair y, después, los demás; pero estos son aprendices de demócratas. Todo esto son cambios epocales aparejados con leyes de punto final, y “sólo nosotros (ellos, PP-ATI) sabemos cuando deben ser aplicadas”.

Como ejemplo relevante de tales andanzas en compañía de la democracia, hay una ley del Parlamento canario, que, por cierto, algunos de mala fe, cuando se les pide la dirección contestan, “baje y después a la derecha, Sr., ahí encontrará la casa de los ladrones”. Pero, Sr., insisto, le pregunto por el Parlamento, y obtengo la respuesta: Sí, Sr., es lo mismo.

Hay en el Estado español una ley de amnistía que, según parece, como las sepulturas, las cerró para los rojos. Ellos, los fachas, se han cuidado de siempre de abrirlas cuando les conviene. Y aquí llegamos, por el momento, a donde nos lleva el razonar. ¿Quién puede decir que los crímenes cometidos por los españoles en nuestra tierra hace sólo unos cinco siglos han prescrito?. ¿Por qué no prescriben los de Bonaparte en Europa y, en este caso, en España, o los de Hitler y Musolini y, muy en particular, los de Franco a quien nadie ha condenado por sus escalofriantes crímenes después de haber ganado la guerra? ¿Qué se ha hecho del botín de quienes fuimos perseguidos por un régimen y su iglesia católica? ¿Por qué no se ha castigado el crimen y latrocinio en vez de ser disfrutado como premios y prebendas por sus actuales herederos? ¿Dónde está y qué es terrorismo; qué leyes “democráticas” amparan tal impunidad de quienes violaron toda moral y toda ética -aunque dudo que sepan el contenido de ambos términos-?

Lo que quiero decir es que se nos puede tomar por tan “cretinos” que nos creamos lo de la reconciliación frente a tanta injusticia de siglos; masacre de nuestro pueblo y persecución permanente para destruir nuestras raíces y negarnos nuestra soberanía.


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